jueves, 1 de diciembre de 2011

El silencio

Ni una palabra, ni música, ni  televisor, solo silencio. Mi cabeza recostada en su pecho, su brazo rodeando mis hombros, su piel cálida y aún un poco húmeda, su cuerpo desnudo y en reposo, -la visión más hermosa posible- y todo el silencio del mundo con nosotros. 

Creo que una de las principales funciones del lenguaje es hacer posible este silencio. Y pienso que esa pregunta que siempre parece perseguirme, con cada hombre, en cada relación de pareja puede ser contestada de esta forma: con él no necesito llenar el silencio, con él puedo disfrutar este silencio y los otros silencios,  el único sonido que realmente me interesa, es el eco distante y a la vez próximo de su corazón que oigo por debajo de su piel y  me serena al instante.


No es la relación perfecta, no es la persona perfecta, no es nada perfecto, por el contrarío, esto -sin importar que sea- es no solo imperfecto, sino también incorrecto, incluso perjudicial, pero es lo que es, y lo es hace tantos años, que ya pasó el momento de las preguntas y de las respuestas. Solo es esto. Unas horas de sexo y un reposo sereno y silencioso.

No podría pedir nada más, no querría conseguir nada más. 

Sexo, reposo y silencio. 

En ausencia de un amor, es lo que hay y me basta.